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jueves, 8 de diciembre de 2011

Burbujita, te amo.

Cuando despiertas, cuando te vuelves consciente de que tu vida es como una burbuja que nació en un inmenso mar... todo cambia.
Nacemos en un burbujeante mar, a nuestro lado hay miles y miles de burbujas. Unas más grandes, otras más pequeñas pero al fin y al cabo todas son igual de frágiles, todas igual de sensibles, todas igual de hermosas.
Mientras subimos a la superficie, vamos viendo que muchas burbujas vienen y otras se van. Lo único que nos queda es el reflejo de cada una, cómo nos hizo sentir... el recuerdo.
Algunas, muy pocas, llegan a verse tan transparentes que deciden juntarse, su propia claridad es tan compatible que sin quererlo, se juntan para formar una burbuja más grande.
Ninguna quiere estar sola, todas quieren compartir su espacio, quieren que las demás compartan su espacio con ella.
Las burbujas tienden a subir a lo alto hasta que ya no pueden más y ¡puf!, explotan esparciendo cientas y cientas de diminutas gotas de agua. Si en su subida aparece alguna, se fusionan, si viene otra, lo mismo, pero no dejan de ser burbuja, siguen siendo la misma pero cada una aporta algo para hacer más grande a la otra. Nunca dejan de ser transparentes, todas desprenden el mismo color gracias a la luz del sol, porque de por sí, no cambian de color.
Pues somos burbujas, flotamos en el mismo mar. Yo como burbuja que nace sola y muere sola, quiero pedir a las demás que quiero compartir mi espacio con ellas, quiero haceros más grandes y que vosotras me hagáis más grandes.
No tiene sentido excluir a algunas porque sean diferentes, porque a lo mejor no sean tan esféricas o porque alguna desprenda un color más que otro, no vale la pena destruir burbujas porque las exterminadas, al igual que tú, quieren subir a lo alto, quieren compartir su espacio y sentir que los demás comparten el suyo con ellas.
Si naces burbuja y sigues el camino sin compartir tu espacio, nunca crecerás. Morirás esparciendo pocas gotas de agua, explotarás y tu brillo al morir será tan leve, tan tenue, que será una tristeza ver una vida tan muerta. Nadie notará que has dejado de ser burbuja.
En cambio, aquella que nace y se vuelve consciente que lo único que tiene que hacer en este recorrido -que como fin tiene la muerte-, es dar su espacio con humildad, es querer hacer a las otras más grandes y que las otras te hagan grande a ti. Esa burbuja que se da cuenta que si intenta hacer a otra más pequeñas se hará ella aún más diminuta y que si intenta explotar a otra se terminará explotando así misma, conseguirá crear su propio espacio de paz.
¡Si no cuesta tanto querer a las otras burbujas!, que debajo de tanta ropa, de cargos tan importantes, de formas de pensar y actuar, de colores, de culturas o tradiciones, de dinero, que debajo de tantas formas tan diferentes entre sí, sólo queda una cosa y es una hermosa burbujita, una burbujita que puede sentirse sola, que quiere que la quieran, que quiere sentirse amada y acompañada, que quiere juntarse con otras y dar lo que puede dar para hacer más grande a otra.
Todos somos igual de débiles ante el amor. Nadie puede negarme, que en nuestra forma más simple somos los mismos, somos iguales: tanto tú como yo, hermosa burbuja, puedes amar, puedes admirar las cosas y quedarte tan maravillada al igual que yo, puedes sentir la frescura de la brisa y sentirte llena de alegría.
¿No te duele de la misma manera que a mí un desprecio? ¿No te alegra de la misma manera que a mí cuando oyes un te quiero que sale de los labios que tanto anhelas? ¿No te llena de felicidad de la misma manera que a mí, el poder tener un apoyo, un hombro donde puedas llorar día y noche y aún por encima, te anime?
Creo que sí, que somos iguales. La diferencia está en que a lo mejor, sin tú quererlo, te han enseñado a que has de diferenciar a los otros de ti mismo, pero tranquilo, aún puedes despertar, hazlo antes de llegar a la superficie, antes de estallar.
Prepara tu camino de tal forma que llenes a los demás, hazte grande por dentro para que nunca se te acabe el poder dar algo al que lo necesita.
Si ves a una burbuja rebelde, que parece que va en contra del mar, es porque está perdida, se le ha olvidado que puede amar y hacerse grande, ha perdido el camino y has de ayudarla.
Si ves a otra sola, desamparada y que tirita por el frío de la soledad, dale calor con tu amor, llénala con tu espacio para que sienta la compañía.
Al final querida burbuja, cuando llegues a la superficie estallarás, pero no te entristezcas, si has echo de tu camino, un camino lleno de esfuerzos y cambios -siempre a mejor-, un camino grande, lleno de recuerdos hermosos con otras burbujas, si has dado toda tu capacidad de poder hacer a las otras más grandes, cuando estalles, esparcirás tantas gotas que inundarás el mar. ¡Harás que este rebose de sentimiento, habrás dado sentido a su inmensidad! y más importante, dejarás calor para otra burbuja que tendrá las mismas ganas de vivir que tú.

BlackFrog

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