El éxito, una sensación
de realización y de victoria; que todos anhelan y desean conseguir. Es la punta
de la montaña, pero para llegar a esta hace falta un gran y arduo trabajo para
escalarla. ¿O tal vez no?. Muchas personas han pretendido descubrir los
secretos del éxito, algunas han querido encontrar la manera de obtenerlo con el
mínimo esfuerzo. Otras en cambio, sin tener en mente el objetivo final (la
recompensa u éxito), han dedicado todo su empeño a su oficio, obteniendo de él
excitantes emociones gracias a la perseverancia y la constancia en un trabajo
que despertaba en ellos, cada día, un reto, un desafío que animaba sus curiosas
y sedientas mentes a dar de sí mismas todo su potencial.
La idea de éxito
que pulula en las mentes de las personas desde hace ya siglos, se basa en un
mero deseo material: en la abundancia de lujos y lo muy respetado que es su
dueño, pues este posee una fortuna, es famoso, es exitoso en apariencia. Véase
aquí la decadente idea (una de muchas), que incentiva a las personas a desear
en sus vidas objetos que terminarán corroyéndose antes que ellas perezcan. Ya no
es la sensación de grandeza, de superación sobre uno mismo, la que mueve a las
personas en sus oficios. Dicha sensación, propia de nacer de lo más profundo de
cada persona, ha sido ahora trasplantada a lo material. ¿Qué provoca esto? Que
cualquier sujeto vacío como una campana, al obtener dicho objeto, es
considerado exitoso. Y el exitoso, que ha de ser modelo de superación se
convierte ahora en un predicador de un sonido que nace de un cuerpo vacío.
Sonido que seduce a los demás a desear el objeto, no el propio sentimiento de
amor hacia la competencia interior que es lo que llena el cuerpo y la mente de júbilo.
Christopher
McCandless, fue un joven que murió en su propia búsqueda. Harto que sus padres y la
sociedad impusieran en su vida metas y objetivos -relacionados con la mísera
idea de éxito ya explicada por mí-, se aventuró a buscar aquello que diera a su
vida sentido, abandonando sus estudios universitarios y todo hasta ahora
conseguido. Muchas críticas le acusan de imprudente, impulsivo y poco
razonable. Pero para mí, es un ejemplo de cómo una sociedad atarugada de falsos
deseos y poca reflexión, hace llegar a un joven a un punto donde este considere
que la verdad y el éxito ya no existen como tal en las personas, que estas se
han vuelto como hormigas que sólo viven para trabajar y no disfrutan
haciéndolo.
El verdadero éxito, forjado por el fracaso y que por ello tiene valor,
aparece cuando el que escala la montaña llega a la cima y no sólo contempla el
paisaje, sino que recuerda los muchos que ha observado en su subida y los
cambios que este ha tenido, un cambio que satisface al escalador pues ha sido
él quien, exitoso, lo ha hecho nacer, a la par que nacía la grandeza en su
interior. Eso es el éxito: apreciar cada paso del
camino hasta llegar a la cima, pues sin pasos no se llega y sin cima no hay
dónde llegar.