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miércoles, 22 de mayo de 2013

Thank you, Natura.

Cada animal inconscientemente realiza su actividad natural para vivir y junto a ella, contribuye al funcionamiento de la naturaleza, retroalimentando la vida del planeta Tierra. Pero ¿y la humanidad?. Tal es la consciencia que le caracteriza que ella misma le sirve de obstáculo para comprender su labor, ella misma le hace retroceder cuando falla o avanzar si se detiene. Aún le falta comprender que son la parte consciente del universo. Es curioso que al buscar el origen de las palabras entendamos la naturaleza de las mismas y junto al significado de ellas logramos comprendernos. Ahora bien, ser consciente es poder reconocer la existencia propia, la del entorno y los elementos que se correlacionan tanto a nivel individual como colectivo. Esta conclusión ha llevado miles de años para considerarse así, pero la naturaleza más básica de la palabra, CONCIENCIA, es tener participación de un conocimiento que es compartido, global y completo. Y dicha conciencia es la base sobre la que florece el conocimiento consciente humano. Se me acelera el pulso y me tiemblan los dedos al escribir porque soy consciente que la naturaleza, para muchos estéril en inteligencia, me ha dado el cuerpo y la mente, comparte conmigo conocimiento y me permite ser consciente de él. Ya por este hecho tan básico merece que se le respete, y al igual que cuando comparten con nosotros cuidamos lo compartido, este caso no ha de ser la excepción.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Ser yo cuando nadie es.



Yo soy filósofo dionisíaco, he conocido el mundo y la realidad del hombre mediante palabras e historias. He descubierto que la realidad es tan indescriptible, que dicha palabra que acabo de usar ya describe algo de ella sin ser del todo cierto. La razón me permite entender juicios y conceptos múltiples, puedo enlazar ideas y recuerdos así como hechos. Pero la realidad es tal que no puedo reducirla a un mero razonamiento, pues es este el limitado, la realidad es un jugo de sinrazón y razón que bebo cuando siento el sol ardiente brillar en un intenso día, notando que mi mente no puede más y que mi garganta se agrieta, pues la sed en mí es tal que absorbe todo líquido vital, secando todo lo mojado por esa agua que se escapa de mis labios.

Soy filósofo dionisíaco, yo disfruto esa sed y la calma cuando acaece. En mi interior aparto tecnicismos y razonamientos, filosofo con el sentimiento de vida, no con el sentido de darle sentido, pues es esta un sinsentido y un solo sentir. 
Me dan igual los preceptos, nada en el universo es inmutable, este se apaga y enciende según medida. Mi fluir pese a ser continuo -pues fluyo en una corriente en la que soy y no soy-, es un círculo formado por cadenas de montañas con escarpados barrancos y abruptos relieves.
Yo soy dionisíaco, uso el razonamiento para ampliar sólo una cosa que no es conocimiento pero que sí es sentimiento. Soplo mi globo que me transporta a un sin fin de mundos y lugares, propulsándolo con bocanadas de aire que me secan los pulmones y me quitan lo etéreo que hay en ellos, él, que habla con las hojas y baila con el pelo, el viento.
Cada soplido saca de mí esos razonamientos, que se retuercen y estremecen entre los senderos. Soplo sólo por recorrerlos, porque mi consciencia, mi vida que es filosofía, mi pensar, lo uso sólo para sentir que todo es uno; como las luces en un teatro, los personajes y disfraces, todo reducido sólo a una cosa que es la obra. Por eso el aire que entra en mis pulmones, los cuales lo abrazan, la sangre que lo lleva a su destino, el mundo que guarda como un cofre su tesoro, el universo y sus misterios, ¡él! que ha sacado de su chistera, ¡a mí!, un hombre que divaga entre palabras y sentimientos que nacen entre otros rotos, que viaja con soplidos y que siente ya no sólo con el corazón, eso es limitar todo lo que soy, pues lo que siento lo siento con lo único con lo que puedo sentir; mi vida.

viernes, 9 de noviembre de 2012

El lobo, el búho y la luna.


Hoy la noche -como siempre-, me arropa con su manto sombrío. Amo dicha oscuridad, pues deja brillar aquello que posee luz propia, y lo demás, es engullido por las sombras, olvidado en la más insólita profundidad. Yo soy tragado por ese abismo que se abre en la noche, y que se expande, alargando sus manos invisibles que se van pegando a mí, arrastrando mi ser hacia él. El terror y el pánico son inminentes, siento dentro de mi esófago las uñas que se clavan desesperadas, arraigadas a esta pantomima, abriendo canales por los que fluye sangre, manchada de incertidumbre, de dudas, de interrogantes. Y hablo, pero no puedo, escupo charcos de color carmín, que manchan mis manos y me ahogan la voz.
Pero confiado empapo mi rostro, y así abren mis ojos, viendo todo rojo, de un solo color, una sola realidad, aún hay una única canción que me hace emocionar. Pero sólo escucho y veo yo, mediante estos; mis ojos, que me dejan observar, y este; mi cuerpo, que me deja respirar.
Me muevo como un lobo, aullando a esta noche en la que se oculta la luna.
Escucho ruidos más allá de lo que mi vista me deja apreciar, son murmullos que mascullan entre dientes que en esta noche la luna ha desaparecido. Con más ímpetu aúllo, intentando apartar las nubes o atraer la luna, para así enseñarles a quienes murmullan que aún existe, y que brilla siendo día y noche a la vez. Es entonces cuando el brote de sangre vuelve a emerger de lo más profundo, arrastrando con sí una mezcla de amor y miedo, potenciados por que en mí, la luz de la luna brilla con fuerza, intentando en un vano intento encender aquellas casi muertas.
La hecatombe no tiene pies, por ello no puede ser detenida. Y al no hacer ruido, esta sigilosa se cierne como la noche. Y desconfío, y dudo, y cada día menos seguro estoy. Es entonces cuando callo y cambio, y la luna me recompensa con un poco de su luz, anunciada por las nubes que se encienden como espectros que merodean en el cielo.
Y para ese momento ya no aúllo, es más, ya no soy lobo, soy búho, que entre su silencio escucha y con su paciencia observa. Y es que soy búho porque no vale aullar, no hay oídos que quieran escuchar, las balas y los vozarrones llenan todo corazón, impidiendo su evolución. Yo hallo mi paz en la soledad, en la tranquilidad del pensamiento, en la noche que me engulle y en la que soy rescatado y reconocido por la luna, que me ilumina mi ser, ella, mi filosofía. Pero sólo puedo verla cuando callo, cualquier palabra la insulta, no puede ser descrita; tampoco puede ser nombrada, pues ella da sonido a todo lo nombrable, ella toca una hermosa melodía en un escenario jamás visto, donde todo y todos convivimos. Y sólo cuando callo, cuando dejo mis oídos puros, cuando mis ojos observan la predominante oscuridad, entonces la luna aparece, y me ilumina, llamándome ella a mí, no yo a ella, pues soy yo quien ha de escucharla, no ella a mí.

martes, 6 de noviembre de 2012

¿Matarías para demostrar que tienes la razón? 
-Si mato a quien quiero demostrar mi razón, ya no tendría a quien demostrarlo y así, nos quedamos con un mundo sin argumentos en las manos.

viernes, 26 de octubre de 2012

El éxito.


El éxito, una sensación de realización y de victoria; que todos anhelan y desean conseguir. Es la punta de la montaña, pero para llegar a esta hace falta un gran y arduo trabajo para escalarla. ¿O tal vez no?. Muchas personas han pretendido descubrir los secretos del éxito, algunas han querido encontrar la manera de obtenerlo con el mínimo esfuerzo. Otras en cambio, sin tener en mente el objetivo final (la recompensa u éxito), han dedicado todo su empeño a su oficio, obteniendo de él excitantes emociones gracias a la perseverancia y la constancia en un trabajo que despertaba en ellos, cada día, un reto, un desafío que animaba sus curiosas y sedientas mentes a dar de sí mismas todo su potencial.
La idea de éxito que pulula en las mentes de las personas desde hace ya siglos, se basa en un mero deseo material: en la abundancia de lujos y lo muy respetado que es su dueño, pues este posee una fortuna, es famoso, es exitoso en apariencia. Véase aquí la decadente idea (una de muchas), que incentiva a las personas a desear en sus vidas objetos que terminarán corroyéndose antes que ellas perezcan. Ya no es la sensación de grandeza, de superación sobre uno mismo, la que mueve a las personas en sus oficios. Dicha sensación, propia de nacer de lo más profundo de cada persona, ha sido ahora trasplantada a lo material. ¿Qué provoca esto? Que cualquier sujeto vacío como una campana, al obtener dicho objeto, es considerado exitoso. Y el exitoso, que ha de ser modelo de superación se convierte ahora en un predicador de un sonido que nace de un cuerpo vacío. Sonido que seduce a los demás a desear el objeto, no el propio sentimiento de amor hacia la competencia interior que es lo que llena el cuerpo y la mente de júbilo.
Christopher McCandless, fue un joven que murió en su propia búsqueda. Harto que sus padres y la sociedad impusieran en su vida metas y objetivos -relacionados con la mísera idea de éxito ya explicada por mí-, se aventuró a buscar aquello que diera a su vida sentido, abandonando sus estudios universitarios y todo hasta ahora conseguido. Muchas críticas le acusan de imprudente, impulsivo y poco razonable. Pero para mí, es un ejemplo de cómo una sociedad atarugada de falsos deseos y poca reflexión, hace llegar a un joven a un punto donde este considere que la verdad y el éxito ya no existen como tal en las personas, que estas se han vuelto como hormigas que sólo viven para trabajar y no disfrutan haciéndolo.
El verdadero éxito, forjado por el fracaso y que por ello tiene valor, aparece cuando el que escala la montaña llega a la cima y no sólo contempla el paisaje, sino que recuerda los muchos que ha observado en su subida y los cambios que este ha tenido, un cambio que satisface al escalador pues ha sido él quien, exitoso, lo ha hecho nacer, a la par que nacía la grandeza en su interior. Eso es el éxito: apreciar cada paso del camino hasta llegar a la cima, pues sin pasos no se llega y sin cima no hay dónde llegar.

viernes, 13 de julio de 2012

Hablar sin conocer realmente.

Curiosamente, todo lo que hoy conocemos lo hemos llamado de una determinada manera que parece "lógica" en nuestro cerebro. Por ejemplo; manzana a un fruto de un árbol. O calcio e hidrógeno. O fuerza cinética o gravedad. 
El lenguaje parece engañarnos, ya que al dotar a un ente de nombre parece ser este, (para muchos), nuestra creación y creemos que nos pertenece, aunque dicho ente lleve años y milenios existiendo.
Llamamos matemáticas a un conjunto de cálculos que sólo nuestra mente puede ser consciente de ellos. Una ardilla por ejemplo, no está planeando construir una bomba atómica, (ateniéndose a los conocimientos previos para su creación).
Llamamos a todas las cosas de una determinada manera para intentar familiarizarnos con todo lo que nos rodea, e incluso, con lo que hay más allá de lo que el horizonte atisba. Matemáticas, Física y Química, parecen ser nuestras aliadas pues podemos conocerlas, calcularlas, nombrarlas y probarlas. 
Ahora bien, todo lo existente ya ha existido antes de nosotros nombrarlo, todo cálculo pese a no ser calculado por un humano, ya tenía su propia solución y funcionaba con precisión.
Ya el mundo funcionaba antes de nosotros conocerlo, el hombre no pinta nada en el universo, este no influye en absoluto al funcionamiento de la Gaia madre. ¿Entonces la rabia del hombre hacia Dios nace por no poder probarlo, conocerlo o calcularlo? Propio es de la naturaleza el esconderse.
El día que el hombre pueda entender el fuego oculto que arde en todas las cosas del universo, y el día que el hombre conozca quién es el cálculo perfecto que enlaza todo lo existente, ese día el hombre empezará a estar de verdad, un poco más cerca de aquello que existe y se mueve a través de cualquier ciencia y filosofía. Y aquello que vibra en todo, sólo puede ser un algo que desborde el conocimiento, un algo tan absoluto y eterno que no pueda ser abarcado y mucho menos estudiado. Lo que es en cuanto que es, es lo que llamo Dios, pues dicha palabra está vacía, no evoca imágenes ni significado, es una palabra que al aplicarla en la realidad, sería para señalar lo absoluto, no lo singular. Ya que todo lo que habría que abarcar para definir a Dios, no cabe en cuatro palabras para nombrarlo o señalarlo, no es un algo individual (como la palabra manzana señala e individualiza la manzana, ello gracias al hecho de poder conocerla y señalarla), por ende, no cabe en la cabeza del hombre, sólo cabe en toda la vasta naturaleza.

martes, 10 de julio de 2012

Cuando el río fluye.


No ha llovido lo suficientemente fuerte como para anegarse mi camino de agua. Aún así tuve una temporada donde mis rodillas se veían cubiertas por un caudal oscuro y tormentoso que discurría hacia un inhóspito lugar, hacia ese lugar voy yo.
La monotonía de la corriente me aburría, y no hablemos del frío que escalaba desde mis pies hasta la punta de los pelos de mi cabeza, dejando tras de sí una fina capa de escarcha helada que con cada corriente de aire nuevo, generaba otra descarga gélida. Era horrible. A veces pensaba que caminaba en círculos. Las señales que aparecerían por el camino me frenaban y me obligaban a dar otra vuelta. Era como una especie de Sísifo, pero en vez de tener que empujar una piedra, cargaba sensaciones y pensamientos que terminaban dando tanto peso, o más, que la roca. Siempre me he visto asqueado por ello. Siempre me he preguntado por qué tengo que cargar con errores ajenos sin escuchar un <lo siento> que haga más amena la tortura. Hoy día observo la cara de resignación, miro ese caminar cimbreante, escucho ese <lo siento>. Pero los hechos hablan, y la sangre sigue derramada. Es la decepción y la sensación de amargura que me dan, al observar algo que pudo no ser, pero fue. Más ese es el devenir, algo que tuvo origen, fluyó, se desarrolló y culminó. Tras él sólo queda el desierto. No quedan bonitas sensaciones, ni hermosos recuerdos. Queda un desierto con una flor en el centro del mismo. Es eso a lo que llamamos esperanza, pero yo he querido arrancarla, para mí no existe la esperanza. El agresivo viento y la tierra seca matarán esa flor que se alimenta de un algo que no existe. Se alimenta de una ilusión… es eso, una ilusión.
Pienso que es algo con lo que tendré que vivir siempre. Con raspaduras y magulladuras que no curarán, no dejarán de sangrar… y no por egoísmo o rencor, sino porque hay heridas que sólo pueden ser curadas por quien las originó.
Vivo en un constante devenir, no sé qué pasará ni qué está pasando. No me importan los grandes objetivos, tampoco me importan las grandes metas. No espero llegar a ningún lado, sólo quiero saber dónde estoy. No quiero miles de amigos, solamente quiero un amigo que me hable siempre con la verdad, aunque duela. Le pido sólo una cosa, lealtad. Yo soy leal si veo que hay un mínimo de cuidado sin engaños. Si te soy sincero, mis padres me han traído a este lugar desconocido, lleno de anónimos y secretos, un lugar donde siempre hay nubes oscuras que cubren una hermosa perla; la humildad. Pero para qué vamos a mentirnos si nuestra primera reacción es ocultarla, pensando que así seremos más fuertes y que gozaremos de algo durante un instante más, hasta que la nube se disipe. Y si esta no ha dejado translucir la perla que cubre, terminará difuminándose en su propia mentira. Sólo lo que al principio consigue mostrar su belleza más pura, es lo que al final seguirá brillando. Cuando digo esto siempre pienso en el comienzo del universo, que fuese como fuese, ha brillado desde el principio y aún continúa… reluciente, cambiado pero brillante. Esto es aceptar el devenir, eso que surge, pasa y culmina. Aceptarlo es reconocer que aunque quede sólo un desierto cuando hubo algo de vida, ese desierto es hermoso, porque tras él hubo algo y sobre él podrá llegar a haber otra cosa.
Escribo porque estoy brillando, intento aprender a brillar cada vez con más pureza, como lo que soy y quien soy. No me importa donde esté ni cómo esté, sólo quiero esa lealtad de alguien que quiera brillar al igual que yo. Sólo quiero a esa persona que aunque no sepa definirme lo que es amor, quiera dejar hasta el último de sus intentos por conseguirlo definir. Porque yo he nacido solamente para aprender a amar, no para aprender a ocultar mi amor.

BlackFrog

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