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viernes, 26 de octubre de 2012

El éxito.


El éxito, una sensación de realización y de victoria; que todos anhelan y desean conseguir. Es la punta de la montaña, pero para llegar a esta hace falta un gran y arduo trabajo para escalarla. ¿O tal vez no?. Muchas personas han pretendido descubrir los secretos del éxito, algunas han querido encontrar la manera de obtenerlo con el mínimo esfuerzo. Otras en cambio, sin tener en mente el objetivo final (la recompensa u éxito), han dedicado todo su empeño a su oficio, obteniendo de él excitantes emociones gracias a la perseverancia y la constancia en un trabajo que despertaba en ellos, cada día, un reto, un desafío que animaba sus curiosas y sedientas mentes a dar de sí mismas todo su potencial.
La idea de éxito que pulula en las mentes de las personas desde hace ya siglos, se basa en un mero deseo material: en la abundancia de lujos y lo muy respetado que es su dueño, pues este posee una fortuna, es famoso, es exitoso en apariencia. Véase aquí la decadente idea (una de muchas), que incentiva a las personas a desear en sus vidas objetos que terminarán corroyéndose antes que ellas perezcan. Ya no es la sensación de grandeza, de superación sobre uno mismo, la que mueve a las personas en sus oficios. Dicha sensación, propia de nacer de lo más profundo de cada persona, ha sido ahora trasplantada a lo material. ¿Qué provoca esto? Que cualquier sujeto vacío como una campana, al obtener dicho objeto, es considerado exitoso. Y el exitoso, que ha de ser modelo de superación se convierte ahora en un predicador de un sonido que nace de un cuerpo vacío. Sonido que seduce a los demás a desear el objeto, no el propio sentimiento de amor hacia la competencia interior que es lo que llena el cuerpo y la mente de júbilo.
Christopher McCandless, fue un joven que murió en su propia búsqueda. Harto que sus padres y la sociedad impusieran en su vida metas y objetivos -relacionados con la mísera idea de éxito ya explicada por mí-, se aventuró a buscar aquello que diera a su vida sentido, abandonando sus estudios universitarios y todo hasta ahora conseguido. Muchas críticas le acusan de imprudente, impulsivo y poco razonable. Pero para mí, es un ejemplo de cómo una sociedad atarugada de falsos deseos y poca reflexión, hace llegar a un joven a un punto donde este considere que la verdad y el éxito ya no existen como tal en las personas, que estas se han vuelto como hormigas que sólo viven para trabajar y no disfrutan haciéndolo.
El verdadero éxito, forjado por el fracaso y que por ello tiene valor, aparece cuando el que escala la montaña llega a la cima y no sólo contempla el paisaje, sino que recuerda los muchos que ha observado en su subida y los cambios que este ha tenido, un cambio que satisface al escalador pues ha sido él quien, exitoso, lo ha hecho nacer, a la par que nacía la grandeza en su interior. Eso es el éxito: apreciar cada paso del camino hasta llegar a la cima, pues sin pasos no se llega y sin cima no hay dónde llegar.

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